EL BANQUETE

El que anima la comilona, un hombre de veterana sonrisa, dice:
ーHagamos una pausa para que cada uno, en su corazón, encuentre lo que quiere comunicar, pedir o agradecer. [Brevemente, los invitados quedan enmudecidos, como saboreando el dulce sabor del silencio]. Mira con agrado, Señor, todas estas intenciones que te presentamos…
Los invitados cantan:
Te presentamos el vino y el pan,
   Bendito seas por siempre Señor
Este canto resuena entre cuatro paredes, una pequeña sala con lugar para todos. En el piso, en la mitad de la sala, una cesta que se llena con billetes de distintos colores, mientras él va terminando de servir la mesa.

Cuarenta minutos antes, Humberta y Aura limpiaron esa mesa para vestirla: un mantel, una vela, una copa, un plato, pan y vino. Jorobadas por el tiempo, con paso lento y manos sabias, colocaron cada pieza en su lugar. Aura tomó el fósforo y encendió la vela. Humberta sonrió. Los invitados llegaron poco a poco: Cleofi llegó ofreciendo un poco del café frío que guarda en su bolso. Arturo, el joven, entró tambaleándose; su cuerpo no le hace caso, nunca lo ha hecho, nació así. Arturo, el viejo, llegó con su vieja Josefina, él con su pantalón añejo, ella con su elegancia gastada; tórtolos que lucen honradamente sus bodas de oro. Mamá Pollita, Antonia, entró abrazando, tenía frío. La abuela Romelia, cansada, vino cargando con sus 95 años. La profesora Maribel, elegantemente canosa, tomó asiento. Los comensales del futuro, los más pequeños, llegaron curtidos de alegría. Y siguieron llegando invitados. A esta mesa le caben más de 100.

El animador termina de servir, llena la copa, acomoda el pan, y dice:
ーDemos gracias al Señor.
ーEs justo y necesario.
ーEn verdad es justo y necesario
Continúa la plegaria. Rosario, desde el rincón, sentada y apoyada sobre su bastón, sigue escuchando como lo ha hecho por los últimos 40 años. Ella fija su mirada en la mesa. Su tapabocas la delata. Rosario sabe que su médula ya no responde. Los medicamentos y la soledad la van consumiendo. Su última esperanza, este banquete.

Él sigue:
ーPor eso, con los ángeles y los santos, proclamamos tu gloria, cantando:
Santo es el Señor mi
No es un karaoke, pero, para facilitar las cosas a los invitados, Pino proyecta la letra de la canción en la pared; no es magia, es tecnología. A Mariela le brillan sus ojos claros al cantar, Gisely y Marielys la acompañan; sus frescas voces invitan a seguirlas, juntos todos los invitados logran la armonía perfecta:
♪ … Hosanna, oh Señor.

El animador levanta el pan con ambas manos:
ーTomen y coman todos de él, esto es mi cuerpo, que será entregado por ustedes. Luego, la copa:
ーTomen y beban todos de él, éste es el cáliz de mi sangre...
A partir de ahora, para los presentes, sobre el plato, hay más que un pan; en la copa, hay más que vino.

El animador es el primero en comer y beber. Los comensales van en fila en dirección a la mesa, comen uno a uno: Arturo, el viejo, se persigna; Josefina no suelta su coquetería; Pollita va saludando. Mientras tanto, Rosario y Arturo, el joven, esperan sentados, Belén, les trae su parte. Mariela, Gisely y Marielys cantan:
Tú has venido a la orilla.
   No has buscado ni a sabios, ni a ricos.
   Tan solo quieres que yo te siga

Esta comilona se repite todos los domingos en el mundo. Este es un rito en el que los creyentes comparten su fe rememorando la Última Cena de Jesucristo. No es una comilona más, es un momento para el encuentro. Una oportunidad para sonreír, también para llorar. Un lugar para probar otras maneras de amar. Termina la procesión. Después de comer, Arturo, el joven, mira al pequeño Juan que tiene a su lado, Arturo pone la mano sobre su panza y se muestra satisfecho, Juan toma la mano de Arturo y la lleva desde su panza hasta su corazón. Sonríen.

He participado por dos años en el banquete de Las Mayas, en Caracas. El animador, Joseba, un cura jesuita y vasco, hace 43 años que llegó para alegrar a los invitados. Él ya no es un extraño en este banquete dominguero. Joseba está entre amigos. Siente que dejó de animar para ellos y, ahora, anima con ellos. Al terminar, los despide hasta el próximo domingo:
ーLa bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes.
ー¡Amén!
ーPueden ir en Paz.
ーDemos gracias a Dios.

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